En los tiempos convulsos que corren, donde derechos y
libertades sufren un recorte constante por parte de los poderes públicos, que
deberían ser sus máximos valedores, y con el concurso del poder de las
gigantescas transnacionales, que dominan el mundo globalizado en el que
habitamos, parece llegado el momento de invitar a la ciudadanía a regresar al
activismo.
En los últimos años las ONG’s, como Amnistía Internacional o Médicos
Sin Fronteras, han dado soporte a innumerables reivindicaciones políticas y
sociales. Un activismo que puede tener su primer escalón en las redes sociales,
en dónde desde 1995, con la universalización de internet, se ha convertido en
una eficaz herramienta para interactuar contra el poder.
El activismo se hace más preciso ante el recorte de derechos
y libertades.
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El activista y reconocido abogado, Carlos Sánchez Almeida, experto en estas cuestiones, mantiene que el
denominado litigio estratégico legítimo es el que surge de la sociedad
civil, que se enfrenta a los poderes públicos o económicos, incluso a los
poderes mediáticos
Por el contrario, el activismo que se hace desde el poder y
que intenta utilizar a la Justicia para otras cosas, es muy peligroso. Todos
debemos estar siempre sometidos al imperio de la ley, afirma Almeida, que también asegura que "la Audiencia Nacional es una
institución dedicada a perseguir la libertad de expresión en internet",
como lo demuestran los numerosos casos de tuiteros que se están juzgando y que
probablemente terminarán el Tribunal
Europeo de Derechos Humanos.
Ya ha quedado dicho que las redes sociales son un primer
paso para el activismo político, pero no es el único. El activismo debe pasar
del mundo virtual al mundo real, ambos se complementan, y hay que salir a la
calle. Un ejemplo claro está en la gran explosión que supuso el 15-M, y más recientemente, el movimiento feminista y el de los pensionistas.
Hay otros ejemplos, que aunque parezcan más frívolos, son
también interesantes. Es el caso de la polémica actriz Jennifer Lawrence que acaba de anunciar que planeaba abandonar su
carrera cinematográfica durante un año para dedicarse al activismo político con
el fin de ayudar a prevenir la corrupción y, en sus propias palabras, “reparar
la democracia”.
Pero que nadie crea
que la que aquí se aborda es cuestión baladí. Todo lo contrario. Son
numerosos los estudios académicos que están desarrollando diversas
universidades de todo el planeta para acercarse a una cuestión que interesa a bastantes,
el activismo político a través de internet y que al tiempo, preocupa, y mucho,
a los poderes públicos, empeñados a toda costa en poner puertas al campo y en sembrar el miedo con las fake news.
Por cierto, el pasado día 13 de marzo el Congreso de los Diputados rechazaba una
iniciativa del Partido Popular para
luchar contras las llamadas noticias
falsas en Internet que, según la propuesta, buscan "debilitar la
confianza en las instituciones y en la democracia”. La Proposición No de Ley contó
con el voto en contra del PSOE, Unidos Podemos y los partidos
nacionalistas, y el apoyo del PP y Cs y que en realidad hay que leer como
un nuevo intento de recorte de las libertades y como un camino hacia la
censura.
Una teoría de la conspiración que el PP enarbola, secundado por la derechona
social y económica, sobre todo desde el referéndum independentista catalán
del 1 de octubre, cuando alertó de injerencias rusas y venezolanas que vertían
informaciones falsas a través de las redes sociales. Por ésta y por las razones
ya expuestas hay que ejercer el activismo político.
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